Adjuntos

jueves, 26 de abril de 2007

De la célebre vez que atropellé a Leo

Yendo vía a Daule, entre dos pasos peatonales de esos que están elevados, atropello a un vendedor de melcocha. Según entiendo, el hombre así lo había querido. No sólo por estar ente dos pasos peatonales, sino porque el melcochero corría a la velocidad del progreso de los congresistas. Además, siendo objetivo, el melcochero me vió la cara de idiota; me amagó.1 Primero venía corriendo a toda velocidad (1 metro por minuto), luego paró, se regresó, se arrepintió... Y hasta ahí le llegó el chiste, porque se dio contra el parachoques de mi carro y se fue directo al piso. Entiendo que si no lo atropellada yo alguien más lo iba a hacer.

Me bajo del carro con el teléfono móvil en mano-- no para llamar a una ambulancia, sino para llamar a mi padrino en el Dent Wizard para que me diga cuanto me iba a costar el chiste, que a todo esto el melcochero era medio gordo y me abolló el pobre capó del carro. "Ya mételo en el carro que lo voy a llevar al hospital", dije, mientras el verídico metiche, desde un carro que venía al lado mio, lanzaba injurias que fueron dejadas mudas por la bulla de la conmoción general. Metieron al melcochero al asiento de atrás de mi carro. Apenas me trepo comienzo: "Oye flaco, ¿tienes familia? ¿Sí? ¿Cuántos hijos? ¿Y si los quieres? ¡Tienes que tener más cuidado, no vayas a dejarlos huérfanos a tus pelados!

Si creen que ahora me dirigía a un hospital, sólo la Autoridad Portuaria está más equivocada que ustedes. Yo no iba a dejar que este individuo me venga a dañar el ritmo del día, que yo también tengo cosas que hacer. A todo esto ya iba pensando en lo mal asesorado que iba el vendedor ambulante: comprenderán que hay gente que vive, literalmente, de ser atropellada y de pedir indemnizaciones, etc. Siempre, en un accidente así, tiene que ir un individuo extra quejándose "¡mi amigo!, ¡me lo mataste! ¡maldito!" sólo para ganar terreno al dinero que habrá que recibir después de todo. Siempre hay algún vigilante amigo, un pana con dotes de abogado, en fin, alguien que se ponga las pilas y saque provecho del accidente.

No el melcochero. Este tipo era de una humildad conmovedora. Sepan que, leyes aplicadas, es prohibido cruzar a pie una vía que tiene facilidades para ser atravesada por un paso peatonal elevado. Llegando a donde tenía yo que llegar el melcochero se levanta. Sale del carro y camina. Lo vi caminar bien, pero un año de educación en "Salud" me hacían saber que el pobre podía tener lesiones internas como fisuras- y que seguramente se iba a inflamar. Él no quería ir al hospital, sólo quería que le compre todas las melcochas que le faltaban por vender. De nuevo, mal asesorado estaba el tipo.


Lo llevé a una farmacia. Le compré cuatro pastillas- analgésicos, cosas así. Lo que sobró del billete se lo regalé. Que no suene a generosidad, que cuando pidió agua lo que hice fue decirle a la encargada de la farmacia que vaya a ver un vaso, que no iba a comprarle una botella. Después, cuando lo llevaba para que coja la 120, decidió él quedarse ahí nomás, en media calle. "Flaco, ¿cómo te llamas?", le pregunté. "Leonardo", me dijo. Sé que el pobre va a pasar adolorido, sé que la familia del man no va llenar la olla por tres o cuatro días, i, más que nada, sé que la esposa del man lo va a putear apenas se entere. Ya me lo puedo imaginar: "¡Te he dicho que tengas cuidado, carajo!"


1. Si un carro se les viene encima, y este carro está frenando a raya, no sean como el Leo. Corran en la dirección en la que el carro va, no hacia uno de los lados- por amor a la geometría, piénsenlo un poco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jaja es un buen cuento

Anónimo dijo...

Tu hermano acaba de atropellar a un perro

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