Hace como tres años que no iba al "Mall del Sol"; fui hace un par de días con mi novia por esas cosas de la vida i como me dolía ese órgano inmenso al que llamo cabeza fui a la farmacia Fybecca por una aspirina. Fybecca tiene dos puertas, una de salida i otra de entrada. Repito: Fybecca tiene dos puertas: una de salida i otra de entrada. Por la grandísima puta que se culió al sentido común i le dejó herpes, sida, gonorrea i gonochancrífilis fantasma, ¿por qué tiene Fybecca una puerta de salida i otra de entrada? ¿es, acaso, el mismo genio que diseñó todos los aeropuertos del mundo, el parqueadero de la bahía i el plan de circulación de la metrovía el mismo animal al que se le ocurrió poner dos puertas, una de entada i otra de salida, ahí en Fybecca? ¿Dónde quedó mi buena amiga la puerta doble?
Bueno, mucho con la puerta. Una vez adentro me topé con el tributo que la farmacia le rinde al respetable sistema burocrático de nuestro maravilloso país: primero se piden las medicinas, pero, en lugar de dártelas, te dan un recibo- el cual debes de llevar a caja para poderlo cancelar. Como no hay monos alados que vayan desde el lugar donde se paga hacia el lugar donde la medicina está (estratégicamente ubicado al otro lado de la farmacia), la mancita que te atiende debe de ir ella misma a buscar las medicinas que te debieron de dar en primer lugar. Mientras hacía la fila i alababa la inteligencia del señor don pendejo que se ideó el sistema de la droguería, una mujer de un avanzado embarazo trataba de perseguir a los hijos que la aquejaban mientras pretendía seguir la cola de pago. Ella estaba segunda i yo tercero en la fila, hasta que ella se retiró de la farmacia quejándose por lo largo de su espera, mientras yo le comentaba a Paulina, en voz bien alta, que si algún día me estaba muriendo frente a la Fybecca Dómino's Pizza me llevaría comida antes de que me terminen de atender en esa porquería que conocemos como farmacia.