Así que estuve por Portugal esta semana santa. No vi muchas toallas, cosa que me decepcionó mucho. Eso sí, soy un experto en el arte de las 1001 formas de cocinar bacalao. Las bolinhas son mi favorita.
De vuelta a España, pasé por un pueblo llamado Talavera la Real y, como coincidía que era viernes santo, vi mi primera procesión, la de la Virgen de la Soledad. Sé que durante los años quizás no he hablado siempre positivamente de la religión, pero algún momento, entre los bombos y la saeta, me di cuenta de que me conmovía.
Talavera la Real estuvo frente a su catedral desde el viernes, esperando la medianoche, y acompañó a la Virgen de la Soledad durante la media hora en la que, girando a su derecha, tomó descalza la rua apedrada. Y, la gente, luego, buscando la avenida de Extremadura, se fue a chupar al bar.
Así que así ha sido la vaina. Mira tú, quizás he visto muchas películas raras, pero nadie me había explicado bien qué era y cómo funcionaba la devoción. Y resulta que ahora, sin hasta saberlo, he resultado devotísimo. La Virgen de la Soledad se fue ídem por la calle, pero yo me quedé, como el resto de la Real, pensando sobre cuál soledad era la real, rezándole al amigo San Miguel.
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