A estas alturas ya soy un experto en aviones. La única forma para volar cómodamente es deliberadamente incomodar al resto. Así que me tomé unas cervezas antes de embarcar i comí lentejas de las oscuras, i todo listo. Atrás de mi asiento, una señora iba resolviendo al país con un individuo al que acababa de conocer. Primero resolvieron el avión, "esa funda póngala ahí, ese bolso es de los grandes, súbalo allá", iba organizando la man.
Pero lo mejor llegó al momento de llenar la declaración de aduana: la señora se la llenó al tipo al que tenía sentado al lado de ella- un señor don gil desubicado fuera de la era del vasallazgo. "Nombre" le exigía, i el tipo, medio cabreado, se lo decía. "A qué se dedica, o sea, qué hace; ¿estudia, trabaja?". En un momento pensé que el pana era ciego, o manco, o analfabeto, pero lo que pasó es que el tipo le dijo a la vieja: présteme su pluma i la man le dijo "no, yo le lleno el formulario". El colmo fue que al final la vieja le dijo "a ver, dígame como es su firma"...
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