Queridos chinos del piso de abajo:
Gracias. Si bien a priori la privacidad podría parecer algo valioso en la vida cotidiana, la verdad es que en Guayaquil en general, y Puerto Azul en particular, pocos somos los que realmente sabemos qué ocurre en un departamento de chinos. Yo sé bien de qué van sus tiendas, pero no sabía nada de sus residencias y la falta de cortinas de su departamento me ha permitido una ventana libre hacia su chinesca vida.
Por ejemplo, ¿sabía Vd. que no viven tan hacinados como viven los productos de sus negocios? Ese es un dato que aún me parece muy interesante. En sus domicilios, además, tienen el hábito de andar semidesnudos, cuestión que tampoco podría haber aprendido sólo observándolos en sus lugares de trabajo-- so pena de que a lo mejor he estado yendo al mini-market equivocado.
Su falta de cortinas es, en sí, una decision sui géneris. Tampoco tienen muchas cosas más. Mis orientales vecinos carecen de muchas de las comodidades de las que nuestra consumista sociedad nos ha pensado que necesitamos tener. Me he podido fijar, por ejemplo, de que no tienen cubiertos, y que cada vez que necesitan algo para comer, parten astillas del tamaño de un lápiz #2 de la mesa de su comedor y la utilizan para ayudarse a comer. Tanto así, que el otro día vi que se les acabó la mesa y optaron por sentarse en el suelo, cosa que, dado su diminuto tamaño, quizás debieron hacer desde el comienzo.
Y no es que yo sea mirón, pero su flagrante desnudez también ha exhibida. Bien la sensación de disgusto que causa ver un cuerpo desnudo se ha visto siempre compensada por la subida de autoestima que siento cuando recuerdo que yo, a pesar de estar mucho más gordo que todos ellos juntos, ando mucho más justamente proporcionado, pero aún así preferiría igualar el terreno de juego cuando paso por su ventana, por lo que he optado por hacerlo, yo también, desnudo. Que todos podemos jugar a ese sucio juego.
Buenas noches,
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