Adjuntos

sábado, 12 de abril de 2008

Düsseldorf

El humo en el Trinkhalle, una nube, es el techo, se lo respira se quiera o no, la música suena pero sin los bajos, los parlantes colgados de los percheros desprenden la música que termina de repletar la sala de setenta metros cuadrados rebosada de cuerpos, volver e ir, ir i volver hasta la barra es un cuerpo a cuerpo asqueroso, there's Jerry all over the place, la música ya llega hasta el suelo i la copa de Soul motownesino, una cerveza sin nombre ni apellido, dicen que es Veltins, nos acompaña a los cuatro cuando decidimos salir i respirar, una vez en la calle, desde el calor somático al frío del cambio climático, la música regresa filtrada por la puerta, es Leela James pero sin los bajos, recuerdo las horas anteriores en las que Rasen me hace conocer el Tonhalle donde vive el piano de cola que usan en el auditorio del aura personal que se vive cuando menos de un centenar de oídos atienden lo que espero haya sido un Steinway, subimos i entramos en la sala principal, su cúpula de planetario, sus paredes demasiado brillantes para ser abedul, ensaya el coro la presentación de la tarde, escuchamos un poco, no lo suficiente para identificar qué estaban cantado, pero los miembros de Polizeichor Mönchengladbach suenan demasiado bien para ser policías, que según Frank Sinatra no tienen ni un céntimo de ritmo, bajamos al museo que se permite tener el Tonhalle, fotos de instrumentos con sus hombres i mujeres, i luego la rara oportunidad de ver el museo de vidrio vacío, recuerdo la nashviliana que me prometió te soplaré una pipa, mentirosa nunca me llegó nada, cuando se vuelve a abrir la puerta escapa el humo bar i quizás entre el aire puro, Angie Stone flota en el humo, salen más de los que entran, si esperamos lo suficiente quizás pronto se vacíe la sala, se haga compenetrable, recuerdo la vista desde el reloj digital en el cual no se entiende la hora, cinco segundos una luz, diez segundos otra, el Rheinturm Düsseldorf, con sus ventanales que se clavan en el vértigo, a ciento setenta metros del valor, entramos al bar cuando ya han salido varios, conseguimos sentarnos, ya se está mejor, Patti LaBelle está proyectada, pienso en el camino ondulante donde se aprecia la ilusión óptica de creer que lo curvilíneo es recto al lado del Rin, que también es pura curva, como buen río destinado al comercio, caminamos, vemos a la gente pasar, la gente pasando nos ve a nosotros, cruzamos por la feria, los carritos chocones no se chocan, se nota que van manejando alemanes, alguien se levanta a pedir una ronda más de cervezas, la acepto, Carla Thomas canta, siempre sin los bajos, llego a Düsseldorf, Rasmus me espera, nos trepamos a un tren ligero sin pagar, recorremos la ciudad de casas flacas i altas, cada una un color distinto, los alemanes no son todos rubios, nos detenemos más allá de donde los ricos rusos hacen las compras a tomar una Schumacher fermentada ahí mismo, desde Colonia detestan a la ciudad porque no son ellos la capital, como todos saben que debería ser, así le dio la gana a los británicos, las calles son grises, plata a pesar de que sólo hay nubes, el silencio no es propio de la capital de la moda, los estudiantes se pasean, viernes chiquito, ya se me está acabando la cerveza, no sé de dónde sacó Grass tanta fantasía, pues los vestigios de la reconstrucción destruida i vuelta a construir dejaron bien enterrado al misticismo germánico, Mica Paris le da paso a Ann Peebles, no recuerdo haber escrito la letra que luego Rasmus, improvisando el castellano grabó pero me sé que si tú eres mi hermano el gato es mi primo es algo que seguramente puse yo, por lo menos en letra, Gladys Knight canta, yo ya no puedo más, estoy muerto, pero llegan los amigos que vienen desde Hamburgo por lo del cumpleaños de Rasen i nos toca quedarnos dos horas de más a los que nos vence el sueño, termina Nina Simone cuando recuerdo haberle conocido por primera vez en La Rochelle, en el 6 bis general leClerc de Mme. Sallé, no tiene cara de ser mal tipo, recuerdo haber pensado cuando íbamos al Eurocentres à velo, termino la tercera cerveza, sigo sin entender el idioma de los caballos, soy un neumático pinchado, escribo kertesianamente mientras espero, al fin vamos de vuelta a casa, caminamos dentro del frío, son tres pisos los que hay que subir, el colchón al suelo, no hay cómo desvestirse con este frío, concilio el sueño cuando los otros nueve lo permiten, sueño con océanos prehistóricos oscuros, despierto cuatro horas después, qué bien hablan alemán los alemanes, son muy cultos, desayunamos, si es que a esta hora es todavía desayuno, carne cruda i cebolla de la blanca sobre pan i sal, Zwielmitt dicen que se llama, café, Fanta, han puesto el VHS que Die Fantastischen Vier le regaló dedicado a Rasmus, luego bajamos seis a comprar i traer la cerveza, nunca he visto una tienda con sólo javas a venta, por lo menos no tan grande, le pregunto a Rasmus por qué van descapotados los descapotables si es invierno, no, es verano, me dice él, pero si aún hace frío, cada uno vuelve con una java, cómo pesan, son de veinte chelas cada una, en preparación para la fiesta que se viene hay 8000 gramos de palomitas de maíz, 1/4 de Kahlua, 1/4 de Rioja, 1/4 de Fürst Uranov, ocho cartones de litro i medio de jugo de naranja, 1/4 de una botella cuyo nombre no distingo, quizás Vodka, 1/4 de Wodka Gorbatschow, como el que regalaba Lisa en su casa, dos Havana de tres años, cuatro Don Diego, Bacardi Superior blanco, media Müller-Thugrau, media Cassissée, media Bols Blue, media Limoncino, dos Rose's Lime Juice, media Blue Curacao, una docena de limas, doscientas Hansa Pils de medio litro cada una, nueve cocas i seis Schweppes Tonic Water, un hombre llega a su casa, su esposa lo espera en la puerta, él le dice Tulpen, wie lieb von dir! pero le trae tres cervezas, buen alemán, un escuálido hombre pincha un disco, sólo tiene cuatro dedos en la mano derecha, una rubia desnuda, solamente con la pulsera tipo Livestrong fuma asomada a la ventana, su piel es verdesina, mira al horizonte de perfil, quién sabe dónde exactamente, el edificio rojo, el puente.

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