Para UEMCOM.es
Susan Boyle es, para aquellos que se han logrado mantener desenchufados del mundo en estas semanas, una rolliza mujer que se presentó a un concurso de esos de cantar y hacerte famoso. Y famosa se hizo. Su vídeo en youtube tiene ya millones de visitas. Es sobre una escocesa con poca vergüenza que se plantó frente a todos y dijo que quería ser como la hermosa Elaine Paige. Todos se rieron de ella. Luego, porque el destino está lleno de cosas, cantó la melancólica tonada de Fantine de Los Miserables, "I Dreamed a Dream" dejando a todos los que la han visto estupefactos.
Lo suyo va más allá de no juzgar a las personas por su apariencia y más allá de tener la tesitura decentemente puesta. "Ya nadie se está riendo de ti", le dijo un juez. Pero no es de ella que no nos reímos, es de la posibilidad de levantarte un día sin empleo e ir a cantar de la inocencia perdida en el país del cinismo y recordarles que todos, quizás, tenemos algo de grandeza dentro. I por eso nos encanta Boyle. No es por su voz, la cual no es tan buena, sino es porque desesperadamente necesitamos "historias de inspiración" una que otra vez, quizás ahora más que nunca.
Ya tuvimos una ocasión así hace dos años, con el mismo programa, de verlo a Paul Potts cantar la aria "Nessun Dorma" de Turandot. Que nadie se duerma a la posibilidad de que Calaf, el príncipe desconocido, salga victorioso al fin de la noche, en contra de los deseos de la turra realidad que prefiere siempre sentirse mejor a expensas de criticar a los demás. El público siempre gana. Si sale un William Hung a cantar tan mal como nadie nunca lo ha hecho, disfrutamos con su derrota. Si un MInardi llega a pasar a un Ferrari en la última curva, disfrutamos de las nuevas ilusiones que se abren para el peor de los equipos.
Porque para eso está la tele, ¿no? No es un instrumento de cultura, como nos quieren hacer pensar los documentales de la dos, es una extensión de la necesidad narcisista del ser humano. Por eso triunfa el llamado reality show. Cuando Gran Hermano aún era un personaje de novela y en el mundo habían ideologías, la caja servía para otras cosas. Pero lo que a fin de cuentas funcionó mejor, como siempre ha sucedido, han sido las historias simples en las que ya se sabe que el bueno triunfa y al malo se lo castiga. Con los concursos, aún mejor, porque yo mismo puedo llamar y creerme que soy el jurado y el juez.
¿Qué podría ser más adecuado para esta época?
2 comentarios:
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L.Q.Q.D
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