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viernes, 9 de noviembre de 2007

Viajé con el taxista más viejo del mundo

Estaba por la 9 de Octubre y Galo, por el Juan Marcet, buscando taxi. Eran las cuatro de la tarde, la hora oficial de no pararle a nadie en Quito. Caminé hasta el parque donde se cuadra la Cooperativa 0019. Tenía que ir al CCI y pude haberme trepado a la buseta, pero pelucón que se respeta no sabe bajarse al vuelo, así que mejor no. Cuando al fin me trepé en un taxi, fue en uno donde el conductor era un tipo de setecientos mil años. Yo lo miré a los ojos i, no es por nada, me quise poner el cinturón de seguridad-- pero no, ni modo, pero el man se me ríe y me dice "no, eso es para la carretera" y quién soy yo para ofender a un abuelo.

Generalmente me gusta ir conversando el taxi así que ya pues le iba a hablando y cachen que le digo algo y él, en medio camino, tuerce el cuello totalmente en mi dirección, mirándome con ambos ojos, para preguntarme "¿qué qué dijo? ¿A dónde es que estamos yendo?"- "Al CCI", le dije, y el man seguía mirándome fijamente a mí, que me entiendo más atractivo que la calle, pero ciertamente menos importante que ella a la hora de, digamos, manejar. Por dentro mi niño interior se quería lanzar a la calle y mi mujer interior daba a luz; nunca he sido un tipo religiosón, pero si más o menos pensé en que me debería de haber confesado la última vez que pasé por la iglesia.

El viejo ya andaba manejando mirando para adelante. Si un bus se le ponía a diez metros, frenaba. Cuando se ponía en verde semáforo, se quedaba como que contemplando si era mejor embragar y meter primera, meter primera y luego embragar, preguntar otra vez a dónde es que estamos yendo, o quedarse ahí, o qué sé yo en qué mismo pensaba el viejo, en la gravitación universal, quizás, en los nietos de los nietos. No sólo era así con los semáforos: aceleraba cuando ya el carro de adelante iba a tres metros de distancia-- los otros conductores se le iban cruzando, como es obvio, y el viejo les iba pitando a todos, pelados mangajos que se le atreven a meter a él, que no estuvo en la conquista para que así le agradezcan lo que le hizo a Atahualpa.

Bueno, a fin de cuentas llegué al bendito CCI. Me bajé y besé tierra, le saqué la lengua al destino y me hice como que si no había pensado en Dios. El tipo, me imagino, ha de haberse ido al cementerio directamente, que de nada le servía volver a casa. Quizás en el cementerio se habrá topado con Fabara, quien posiblemente empezaba a rodar otra propaganda...

2 comentarios:

Autómata dijo...

de ley murió el veterano en el trayecto hacia el cementerio de Gye... se le congeló la sangre o algo así...

Andres,ThePinkyStyle dijo...

jajaj ,me gusto parece un historia perdido en el mundo perdido en un ciudad en un pais me gusto mucho es increible las cosas que al estar fuera empiezas a extrañar un saludo desde Salzburgo.
Andres

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