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martes, 10 de mayo de 2011

Cosas que definitivamente no voy a extrañar de España

Se me acabó la fuerza. Paso maratónicamente de debatir si lo que la policía me registró es el baúl o el maletero. Esta es una de las razones por la cual detesto Madrid. Aparentemente, debo aprender a hablar español porque llevo X años acá, y, aparentemente, nadie entenderá los modismos que yo uso.

Lo entiendo, básicamente. Y he andado, lingüísticamente hablando, de puntillas sobre los vocablos que puedan ser mal interpretados. Desgraciadamente, no recuerdo bien si mi padre se refería al compartimento que está frente al asiento del pasajero como la "secreta" o "la guantera", pero sé que en ningún momento, cuando me dijo "revisa la guantera/secreta" no lo miré con cara de perdido.

Esta simple divergencia idiomática me ha llevado, hoy, a palabras mayores. Puteadas, para los desgraciados que no entiendan qué es eso. Creo haber afilado mi castellano bastante bien como para entenderme con los demás, pero, muy desgraciadamente, esa misma cortesía no me ha sido devuelta. Cuando yo escucho un modismo con el que no esté familiarizado, intento entenderlo y ya está.

Pero mi esfuerzo no es recíproco. Si no hablo bien, mejor ni hablar, tengo entendido. Entonces, antes de callarme e irme por la puerta chica, y sin entrar al feo pero verídico argumento de que allá somos más que acá y que el lenguaje lo hacen quienes lo hablan y esas cosas de Grijelmo, insisto en que todos me entendieron cuando dije "baúl" pero se empeñaron a que le tenía que decir "maletero". En la superficie, yo entiendo las dos. ¿Por qué estos tartozos, que también las entienden, se empeñan a que sólo una sea válida?

Me muero por largarme de ésta basura.

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