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viernes, 19 de noviembre de 2010

¡Me robaron con el libro!

Hace poco terminé de leer el libro que estaba leyendo, "Cómo convertirse en una persona interesante a través de la tenencia de un blog", y estuve buscando qué leer. Revisando, no sé por qué me dio a volver a ojear Moby Dick. Lo recordaba como un libro corto, flaco, y sencillo. Eso hasta que lo volví a ver… tiene casi 2000 páginas distribuidas en más de 150 capítulos. ¿Por qué, entonces, lo recordaba como un librillo, cuando es, en realidad, un libro que arrojado como objeto contundente podría decapitar a Godzilla?

Porque, claro, la versión que leí yo era la de niños. La pequeña, la light. Se me vino abajo la vida, como si el peso del Leviatán mismo me aplastase con el vacío de mi conocimiento. ¿Cuántos libros leí de esa misma mala manera? No lo sé, espero que pocos. Pero, ¿por qué hacen eso de reducir los libros? ¿Y quién lo hace? ¿Quién tiene el poder de decisión de decidir qué cosa de Melville vale y cuál no? Si el libro no era, a priori, para niños, ¡no se lo des a leer!

Hasta ahora, lo único que tiene en común el Mocha Dick que leí yo con el Moby Dick de verdad ha sido el primer párrafo. Y ya. ¡Vaya estafa! Intuyo que ese Cid Campeador no tenía, en realidad, 10 páginas. ¿Y el Quijote? ¿Qué Quijote no leí?

Y cuando acortas el libro, ¿a quién le atribuyes la autoría? Porque ya no es el autor el que lo ha escrito… ¿Quién haría algo así?

Espero que el resto de libros que he leído --los otros dos-- no hayan sido versiones resúmenes. Porque donde me entero que me leí el Quién se llevó mi queso equivocado, me voy. Me llevo mi balón de fútbol y me voy.

(Este artículo es la versión más corta y simplificada de un ensayo poderoso y contundente)

Foto de Harry Scheihing

1 comentario:

Fatima dijo...

La persona que resumía todos esos libros ya abrió una página web. Elrincondelvago.com.

Visítalo.

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