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lunes, 15 de junio de 2009

Estampa matritense - La señora

Aquí en Madrid no hay grupos mayoritarios. Excepto mayoritariamente cayendo en la pobreza,  que somos casi todos. I bueno, como decía, ya no hay ciudadanos endémicos, y si los hay, es muy raro verlos. Por las calles de esta ciudad es más común ver rumanos, moros, ecuatorianos, colombianos, chinos y turistas que a los habitantes originales que hemos cercado hasta que se han extinguido; sin embargo, si vas atento, puede que en la Calle Serrano veas a un madrileño de verdad entre la multitud. Yo lo sé, porque hoy vi a una auténtica lugareña-- y esto es lo que, superado mi asombro, aconteció:

Primero quiero decir que es normal temer lo desconocido. Partiendo de eso, y dándonos cuenta de que en Madrid, porque no existe mayoría de ningún tipo de persona, todo es aquí anormal y exótico. Lo que nos ayuda a no ir por la vida asustados de la cantidad explosiva de culturas que nos rodean es que cada una está confinada a un barrio. Nosotros, los de Ecuador, estamos por El Retiro. Los moros, por Lavapiés. Los chinos, por todos los comercios. Los demás, no lo sé. I ni me importa, la verdad.

Y dicen que en la Calle Serrano, donde antes vivían los madrileños, queda todavía un vestigio de población autóctona. Y volvemos a la señora que vi esta tarde. Yo estaba en mi vehículo, tranquilo, esperando que cambie el semáforo, cuando la vi acercándose. En ese momento no pude distinguir si su rumbo era mi ventana o el paso se zebra que divide las aceras, pero yo no quería tomar riesgos innecesarios... Ella, con su abrigo de piel, sus colores mate, sus anillos de oro, su perfume excesivo, su sombrero superlativo, sus tacones de presumir... se acercaba. ¡Cerré la ventana lo más rápido que pude! ¡Dios sabe que quería este peculiar personaje conmigo!

La señora se dio cuenta de lo que sucedía, quizás por que me temblaban las piernas o porque me sudaba la frente. O porque me lloraban los ojos. ¡Qué se yo! Mas ella se acercaba, y a estas alturas parecía que la cosa era conmigo y no con cruzar la calle. ¿Podía ser esta madrileña tan voraz como de las que se habla en voz baja cuando se cuenta una leyenda urbana? Pues en conclusión, sí-- porque la muy maldita sacó un cuchillo y me robó el coche. ¡Malditos grupos minoritarios!

2 comentarios:

LOLA dijo...

CON LAS VENTANAS CERRADAS Y ELLA CON UN CUCHILLO TE ROBÓ EL COCHE?


HMMMMMM..SI QUE ERES PENDEJO!!!

LOLA CIENFUEGOS

Jorge Luis Pérez Armijos dijo...

¿Y creíste que en realidad pasó? Pues no eres tan lista.

Ah, y no sé qué crees que es libertad de expresión, pero el siguiente comentario que sea todo en mayúsculas, no se publica.

Ya sé que tu trip es cabrear a la gente y me río mucho con las cosas que leo en tu bitácora, pero no me voy a prestar para tus vainas.

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